Como al dedo malo, a los haitianos todo se les pega, por lo que el ex presidente Trump y candidato republicano, los acusa de comerse perros, gatos y otras mascotas en Springfield, un pueblo de Ohio que tiene una marca de bellas camisas que se pueden comprar en una tienda de Galería 360.

En el debate del pasado martes con la vicepresidenta Kamala Harris, el ex presidente pareció tan convencido de que los haitianos se comen las mascotas del vecindario que posiblemente algunos de los 60 millones que vieron el debate por la cadena ABC y otras, pudieron creerle.
Ciertos norteamericanos creyeron también en la infamia de que la propagación del virus que produce el Sida, fue introducida por los haitianos y los homosexuales en 1980. Como resultado de esa acusación contra el país caribeño, su modesta industria del turismo cayó para no recuperarse jamás.
Después de esa catástrofe ocurrieron el gran terremoto del 2010 que produjo la muerte de 200,000 personas y destruyó parcialmente la capital, Puerto Príncipe, y las tormentas devastadoras y la crisis política que ha hecho huir de Haití a millares de personas en busca de mejor vida.


En Springfield, estado de Ohio, viven alrededor de 15 mil de esos haitianos entre los 60 mil pobladores, mayormente obreros de cuello rojo como se les llama (redneck) a los campesinos pobres. Los haitianos fueron alojados allí luego de recibir permisos humanitarios debido a la grave situación de su país.
Agarrado de la hipérbole y de su prima hermana, la malicia, Trump acudió a los haitianos cuando necesitaba el voto de los miles que tienen doble nacionalidad. En el verano del año electoral anterior de 2019, fue a Miami y sus vecindarios a prometer que ayudaría a esos ciudadanos. Les dio la espalda cuando ganó.

También fue a Puerto Rico tras el paso del huracán María en 2017 y avergonzó a ese pueblo caribeño repartiendo dádivas, rollos de papel de baño y toalla a la garata sin puño, ante la sorpresa de los boricuas que esperaban un mejor trato de su presidente, quizás ayudar con el problema del agua potable.
Entre que los haitianos se comen los perros y gatos en Springfield y de si tiene valor el apoyo a la vicepresidenta Harris por parte de la famosa cantante Taylor Swift, la campaña del candidato republicano pierde terreno y tropieza, sigue a la defensiva con el ojo atento de 60 millones de televidentes que vieron el debate del martes y muchos millones más.
El candidato republicano no puede disimular el racismo que profesa y su preferencia por la minoría violenta blanca que fue en apoyo convertida en turba violenta el 6 de enero de 2021. Ahora avisa sin ningún tipo de preocupación que podría indultar a los que han sido condenados.

Si por un azar del destino Trump llegaría al poder de la Casa Blanca de nuevo, casi seguramente castigaría a los dominicanos que tienen ahora una relación muy estrecha con los gobernantes demócratas y el presidente Biden, quien recibió a su colega Abinader en la mansión de la avenida Pensilvania y ha elogiado sus ejecutorias contra la corrupción, el blanqueo de dinero y el narcotráfico.



Abinader acogió la semana pasada en el Palacio Nacional al secretario de Estado Antony Blinken, a quien agasajó, excepcionalmente, ya que el gobernante es muy austero, además de que la sede gubernativa no tiene un “chef de cuisine”, con un almuerzo que describió en detalles el Diario Libre en una nota de portada. En la ocasión, fungió como tal la famosa chef Tita, dominicana.
Saludos Guarionex. Exelente analisis sobre la situacion que estamos padeciendo con esa epidemia llamada Trump. Lo que se hereda no se roba, dicen en mi campo, y el padre de Donald fue miembro del KKK.
Felicitaciones.