Problemas que ha creado el gobierno del presidente Trump con el mundo entero, especialmente con México y Canadá en materia de aranceles, pudieran ser serios obstáculos para que los países de la Organización de Estados Americanos, OEA, pongan en su agenda la solución del problema de Haití.
El canciller norteamericano Marco Rubio, un aspirante presidencial por el Partido Republicano con miraras a las elecciones del 2028, tiene su atención en resolver la grave crisis política y social haitiana, donde las bandas de criminales tienen abrumado al país y a su régimen provisional.



Las dificultades entre Estados Unidos y México por el tema de los aranceles impuestos por el primer país y sus desavenencias respecto a la frontera común que es utilizada por los migrantes para “la vuelta”, pesan mucho ante el desgano del gobierno de Trump para enfrentar el caso haitiano.

La reciente acreditación del nuevo embajador dominicano en México, Juan Bolívar Díaz, podría impulsar renovadas diligencias para que México vea como cosa importante la solución del problema haitiano, que hasta ahora ha visto con desinterés pese a la presión dominicana y sus temores.
Se cree que México mira a los otros países latinoamericanos más pequeños “por encima del hombro” y no presta interés a sus problemas. Canadá tiene una actitud diferente ya que con una creciente población haitiana ha privilegiado a ese país hasta el extremo que en el pasado las visas para dominicanos se expedían en Puerto Príncipe.
México y Canadá son miembros de la OEA, pero estar bregando con los aranceles que ha impuesto el régimen de Trump y los problemas fronterizos que incluyen la dependencia de varios estados norteamericanos de la energía canadiense hace que la prioridad, al menos por ahora, sea Estados Unidos.
Sin embargo, el hecho de que el ministro de relaciones exteriores Rubio, quien tiene una “línea directa” con el presidente dominicano Abinader, al que ha visto al menos dos veces este año, esté poniendo atención al tema haitiano y a las preocupaciones dominicanas sobre el mismo, es motivo de cierta tranquilidad.

La alternativa a la violencia que acosa al pueblo haitiano sería el reforzamiento con tropas de varios países a la fuerza de Pacificación que lidera Kenia pero que hasta el momento no ha podido impedir el crecimiento de las bandas que atacan oficinas públicas, matan y secuestran a nivel nacional.
Mientras tanto, la parte dominicana ha puesto en marcha un agresivo plan de expulsión de migrantes haitianos que no tienen documentación para permanecer y trabajar aquí. Las expulsiones han devenido en arma de doble filo porque están sacando la mano de obra fundamental para la agricultura y la construcción y degradan la reputación.
Es por ello, que se han levantado opiniones en el sentido de que debe regularizarse la fuerza de trabajo que tiene ya tiempo en la República Dominicana y renovar los permisos de labor para que no encarezcan las construcciones y los productos agrícolas. Es claro que los obreros dominicanos no quieren hacerse cargo de los trabajos que creen son de haitianos.



En un análisis sobre el problema hecho el pasado martes, el capitán de empresas Frank Rainieri, señaló que los trabajadores haitianos están aquí plenamente en trabajos que no desean los dominicanos como la construcción, los servicios domésticos y el motoconcho, por lo que considera insuficiente simplemente rechazar su presencia sin ofrecer soluciones viables.