La moderación del discurso de Donald Trump pronunciado en su toma de posesión el martes en los salones del Capitolio, pudo haber sido general, quizás porque el flamante gobernante no quiso afrentar al saliente presidente Biden y a los ex presidentes presentes.
Trump mismo reconoció posteriormente en un conversatorio ante partidarios y legisladores en el Capitolio que había tenido un buen discurso, en el cual proclamó que la caída de los Estados Unidos había llegado a su fin y que sacaría del país a los inmigrantes ilegales.
Los titulares de los medios destacaron la corta frase: “el declive de los Estados Unidos ha terminado”, un grito de guerra que no estaría tan cercano a la verdad porque los informes económicos dicen que el país tiene en muchas zonas pleno empleo y que en general está sobre un 3%.
A tono con su anuncio, el gobernante, quien fuera presidente en el cuatrienio 2016-2020 y que perdió la reelección de ese año a manos del demócrata, Joe Biden, resultado que nunca reconoció reclamando que había habido un gran fraude, lo que nunca pudo probar, dominó el escenario.
A minutos luego de tomar posesión más de 4000 reservas para que inmigrantes asistieran a audiencias en el Departamento de Inmigración, recibieron notificaciones por correo electrónico de que las citas estaban canceladas. La mayoría de esos indocumentados son de México.

México respondió la misma tarde del martes con una campaña “México te abraza”, llamando a levantar la moral de sus ciudadanos que viven en los Estados Unidos. Lo de Trump parecería el comienzo de una deportación masiva de entre 10 y 12 millones de personas. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum prometió “no agachar la cabeza”.
Tan descomunal parecería la cifra, que muchos medios creen que el nuevo presidente comenzará deportando a los que han cometido delitos graves ya estén en prisión o en persecución, lo que ahorraría mucho dinero al país que tiene que alimentar a los encarcelados.
Sorprendió a muchos observadores que la ceremonia tuviera tantas menciones religiosas, de invocación y cantos del evangelio. También la ausencia del arzobispo católico de Washington, DC, Wilton Gregory, hombre de color y crítico de la anterior Presidencia de Trump.
En su lugar, la invocación la hizo el cardenal Thimothy Dolan, de Nueva York, un prelado muy simpático y más moderado que Gregory, quien ha defendido siempre el lado progresista de la Iglesia y que dirigió en su momento la comisión eclesial que investigó los delitos de pedofilia cuando era arzobispo de Atlanta.

Rubio a unanimidad
El Senado aprobó a unanimidad 99 votos por 0 al senador Marco Rubio, republicano de La Florida, de origen cubano y acérrimo anticomunista que ha puesto su mira sobre los gobiernos de Maduro, en Venezuela; Díaz Canel, en Cuba y Ortega, de Nicaragua, mientras ha guiñado el ojo a Abinader de la República Dominicana, sobre todo por la crisis de Haití.
Lo de Rubio prácticamente fue cumplir un requisito porque el joven senador había ganado el aprecio de la mayoría de sus colegas republicanos y demócratas. Fue aspirante presidencial contra Trump, pero no lo confrontó. Dicen que “supo nadar y guardar la ropa”.
En La Semanal con la Prensa, Abinader expresó aprecio por la forma en que el presidente Trump ve la situación dominicana, que iría de acuerdo a la visión de levantar la economía, algo que ha cumplido el gobernante dominicano, según dicen los informes y análisis del Banco Central y los organismos internacionales.
Trump firmó varias ordenes ejecutivas. Con una de ellas dio reversa a otra del ex presidente Biden quien retiró a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Con otra orden, perdonó a cerca de 1,500 alborotadores del 6 de enero de 2021, cuando una turba asaltó el capitolio y pidió la cabeza del vicepresidente Pence, quien certificó la elección y de Nancy Pelosi, entonces líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes.

La toma de posesión de Trump se llevó a cabo en la Rotonda del Capitolio, donde se apiñaron los senadores y diputados, la Suprema Corte, embajadores representantes de numerosos países, familiares, y partidarios más cercanos, debido al intenso frío glacial.
No se sabe quién representó a la RD puesto que la embajadora Sonia Guzmán de Hernández fue destituida en la víspera.
Las temperaturas también provocaron la demora de todos los actos que incluyeron una presentación ante partidarios quienes esperaron más de una hora en la Arena de Washington. Una de las notas sobresalientes fue la despampanante presencia de Melania Trump, la esposa del presidente que vistió un traje de riguroso negro con una pamela azul índigo que impidió al gobernante besarla tras el juramento. Ella le ofreció un “muá”.