En New Orleans los funerales marchan a ritmo de jazz. Es una tradición tan antigua como la llegada de los primeros barcos cargados de esclavos negros venidos desde África Occidental en 1719, que serían vendidos a las plantaciones de la entonces colonia francesa.
Cuando se abolió la esclavitud en 1865, se formaron sociedades llamadas “benevolentes”, que se encargaban de unificar a los negros ya libertos y establecer reuniones sociales como fueron los funerales, que se iniciaban en silencio hasta después de los entierros.
Al terminar las marchas tristes en las cuales el difunto era llevado en carrozas tiradas por caballos con plumajes, faroles y cortinajes en el interior donde se podía ver el ataúd, los dolientes tornaban esas marchas en festivas celebraciones de la vida al estilo carnaval.
Las familias, de rigurosa vestimenta oscura iban delante siguiendo la carroza fúnebre y, modernamente, limousines negras, como la parte central del ceremonial. Detrás seguía la llamada “second line”, el pueblo, que da el título a la famosa canción que se interpreta todavía.
A la cabeza del desfile suele ir el gran Marshall. Ataviado de riguroso traje negro y con una banda terciada al pecho que representa la sociedad a la que pertenece, sombrero de copa y guantes blancos. Detrás, el bastonero que dirige la banda de música y que con su silbato marca el ritmo.
Los carnavales
En los carnavales de New Orleans, las comparsas llevan ropas de celebración y sombrillas multicolores que mueven al ritmo de la música de una banda formada por metales y tambores. En ese momento los que marchan recuerdan que, tras el funeral, la vida continúa.
En mi primera visita a NOLA, como se denomina a New Orleans por su apellido Louisiana, el estado a que pertenece, los funerales estaban suprimidos por la devastación del huracán Katrina (2005), el año anterior que eliminó de cuajo las tradiciones.
Bunk Johnson (1879-1949), describe cómo transcurre el desfile de una banda fúnebre: “bien fuese el difunto un simple albañil o una persona importante, siempre tocábamos música lenta de camino al cementerio. Temas lentos como Nearer my God to Thee o Flee as a Bird, eran canciones con un compás de 4/4 tocadas muy lentamente”.
Cuenta que a la salida del cementerio donde se dejó al difunto, un par de cuadras adelante, la banda tocaba los himnos espirituales y los convertían en música “ragtime” con compases de 2/4, con ritmo muy animado como “When the Saints go Marching In”, clásico aún en nuestros días.
En mi última visita a New Orleans, en la parada de día y medio del crucero The Jazz Cruise, para ver entre otras cosas a la Preservation Hall Jazz Band, la antigua y muy famosa orquesta, en 2019, no tuvimos tiempo de ver un funeral con toda su pompa debido al mal tiempo y a que ya esos entierros están casi reservados a personalidades.
El funeral de Dolores Marsalis, la matrona de la dinastía Marsalis, esposa del pianista Ellis Marsalis, fallecido por la Covid-19 en el 2020, tuvo lugar en NOLA en el 2017; fue uno de los grandes acontecimientos de la ciudad. En el mismo desfilaron sus hijos Brandford, Wynton, Jason y Delfeayo, todos grandes músicos de renombre tocando sus instrumentos, y sus nietas y nietos.
El más grande y concurrido de los funerales de New Orleans tuvo lugar en junio de 1971 para despedir al trompetista, cantante y compositor de fama mundial, Louis Amstrong, el más reconocido de los intérpretes de jazz, quien, con su voz aguardentosa y su exquisito sonido de la trompeta, recorrió el mundo entero. Compuso “What a Wonderful World”, obra de consulta todavía en las escuelas norteamericanas.