Chet Baker – My Funny Valentine – Torino 1959
Chet Baker fue uno de los trompetistas de jazz más reconocidos en su época, de los que más grabó en diversos sellos destacados de Estados Unidos, Europa y Japón, pero su azarosa vida lo hace que sea prácticamente olvidado para las actuales generaciones que gustan del género.
Baker (1928-1988) fue extraordinario como trompetista. Cuando decidió un día cantar, que hasta el momento no era su fuerte, el público lo acogió de buena manera. Su música tocada y cantada es hoy relevante en el cancionero popular de jazz gracias a los casi 100 discos que grabó.
Por su acercamiento a las drogas más peligrosas, no se diga del alcohol y el tabaco, lo llevaron a la cárcel, lo separaron de su familia, perdió dos incisivos del maxilar superior y al final de esa larga jornada, murió tras caer de un piso alto en Amsterdam, Holanda donde se presentaba.

Solamente detrás de Louis Armstrong, el maestro de la trompeta de New Orleans (1901-1971), y al lado de grandes como Roy Eldrige, el favorito trompetista de las bandas de Ella Fitzgerald; Miles Davis, Dizzy Gillespie, Clark Terry, y a inicios de 1980, de Winton Marsalis y Arturo Sandoval, Baker fue célebre.
Mi aproximación a la música de Baker se produjo en 1979, cuando comenzaba en el servicio exterior de RD en Washington, DC. Tras llegar a esa capital pregunté cómo podía mejorar mi conocimiento del jazz considerado clásico a diferencia del género europeo de los grandes compositores.
Un amigo, probablemente Héctor Corporán, hijo de Providencia Paredes, quien había sido asistente de la ex primera dama, Jacqueline Kennedy, me sugirió ir a un curso de jazz de educación continuada, que dictaba el musicólogo Rusty Hassan en la Universidad de Georgetown.
Corporán tenía en esos años un programa de radio muy popular.
Era 1980 y aún no estaba en boga la música en cd. En las clases prácticas, se empleaban los discos de acetato regularmente de 33 revoluciones por minuto y sencillos de 45 revoluciones por minuto. Conocía bien la técnica porque entré a mi primer trabajo en Radio HIN en el verano de 1966.
Baker en One Step Down
En una de mis rutinarias andanzas por el sector de Georgetown, pasé por el club de jazz One Step Down. En una pizarrita decía “tonight Chet Baker”. ¡Bingo!, pensé. Llamé a mi amigo James Davis, profesor de lenguas de la Universidad de Howard, y ahora decano. Pese al intenso frío, allá fuimos.
One Step Down, ya desaparecido, tenía una buena fama por presentar maestros. Allí había visto a Tommy Flanagan, pianista, compositor y arreglista de fama mundial. Flanagan fue acompañante de Ella Fitzgerald, lo que compartió en distintas épocas con Oscar Peterson, laureado pianista canadiense.

Otro pianista que vi en One Step, también acompañante durante varios años de la Fiztgerald fue Hank Jones, estimado en el siglo pasado como el decano de los pianistas de jazz norteamericano. Era famoso en sí, pero logró nombradía por ser el pianista que tocó en la banda acompañante de Marilyn Monroe en aquella fiesta en que le cantó: “Happy Birthday Mr. President”, a John F. Kennedy.
La única vez que vi a Baker, venía desde Baltimore donde había tenido una presentación diurna, en medio de una tormenta de nieve imparable. Ante un público impaciente, se avisó que Baker viajaba al DC desde Baltimore de todas maneras, por lo que rogaba a los parroquianos esperar por su llegada.
Casi con el club lleno, se esperó hasta su llegada casi en la madrugada. Arrancó sin mayores anticipos en una cascada de sus interpretaciones más conocidas: My Funny Valentine, Time After Time, Let Get Lost, But Not for Me, en la trompeta con su trio o cantada en su voz de tono melodioso.
Nadie se levantó de su asiento hasta finalizar un solo set (la costumbre era 2 sets) en medio de la nevada. Eso ocurrió en el invierno de 1980. Su música llenaba por completo aquel pequeño salón de piso de madera. Baker murió a los 58 años en Amsterdam, Holanda luego de caer de un piso alto en el hotel donde se hospedaba. Con su partida terminaron sus tribulaciones.
Nunca olvido esa presentación como las numerosas que vi de la Fitzgerald en los festivales de jazz de Nueva York, Newport Jazz, Cool Jazz y JVC Jazz, en esa secuencia bajo la dirección del pianista George Wein, a quien Michael Camilo invitó a tocar en el Teatro Nacional de Santo Domingo.
Wein fue el más afamado pianista y productor de jazz de los Estados Unidos. Lo vi en The Jazz Cruise a principios de 2020 y lo reconocí y saludé con reverencia en un comedor. El productor de los cruceros, Michael Lazaroff, contó en su carta semanal posterior, que Wein lo había llamado para saber si había cupo. Muy gentilmente, Lazaroff le ofreció un camarote con balcón al anciano colega, quien murió en 2021.
Una vida azarosa
Lo menos que se puede decir es que Chet Baker tuvo una vida azarosa. Nació en 1929 en el seno de una familia de clase media de Oklahoma. Su padre era guitarrista y le regaló un trombón de vara que era demasiado largo para él, por lo que más tarde derivó a estudiar trompeta, piano y fliscorno (flugerhorn).
Temprano fue notable su dominio sobre todo de la trompeta y consiguió renombre nacional cuando formó parte de la banda de Gerry Mulligan y Stan Getz. Sus primeros sellos fueron Columbia, Enja Records, Pacif Records y firmas japonesas y de Europa. Era tan bien parecido que se le comparaba con James Dean. Con los años tocaría con el bajista Ron Carter, el saxofonista Paul Desmond y el pianista Bob James.
De todos, los únicos vivos son James quien cumplirá 82 años. Vi a Carter, de 85 en Birland, un club de jazz de Nueva York hace tres años junto a mi hermana Gilda y a mi sobrina Laura y su esposo Lars. Conservaba la misma elegancia, lucidez y dominio del contrabajo. Se calcula que ha trabajado como director o acompañante en más de 3000 álbumes y es el bajista más famoso del mundo.

En el libro “Como si Tuviera Alas”, Baker cuenta su primer acercamiento a las drogas. En sus inicios tuvo cerca de la marihuana y la cocaína, pero lo peor, en los años de 1950, fue cuando se hizo adicto a la heroína. Sufrió cárcel y soportó una paliza en un lío de gangas donde perdió dos dientes. En Europa lo deportaron de varios países.
Nunca se arregló la dentadura por lo que cuando estaba mirando su presentación en One Step Down, noté la situación. Ignorado en parte por la farándula y con cierto desprecio por quienes creen que fue cruel y tóxico con sus tres esposas e hijos, hay pocos recuerdos excepto el libro “Born to be Blue” y otros pocos, dedicados a su vida y una tarja en su honor esculpida por Roman Zhuk en Amsterdam. Cuando murió, de su hermosura física a lo James Dean, no quedaba nada. Sí una extensa discografía.
Dedicado a Gilda Rosa, crucerista interesada en el jazz.
Cada ves que leeo unos De Los Articulos
Comentarios.. ..etc me Llenan de mucha satifaction..Lo Comento Por Que Cuando estuve en la escuela en santo Domingo en Los años 1985..89 tenia un trabajo en El Liceo ….La Cual Estaba buscando en el Periodico El Listin Diario Y El Nacional Un Buen Articulo Que Me Llamara La atencion Para Poder Comensar el trabajo ..Recuerdo era sobre Los Barrio De La Capital ..Y mas Recuerdo Encontre El Tema Perfecto ..Ya Que El Señor Guarionex Rosa…Habia Escrito un Articulo sobre Los Olvidados Barrios De La Capital…..Desde ese Dias Comense a Leer Los Articulos Y Temas Escrito Del Señor: Rosa ,La Cual Siempre Me Es Sentido Comodo cada vez que Leeo sus Temas .. Sean Politicos ..Diversos Educativo Etc….De Mi Parte Le Deseo Mucha salud ..Fisica ..Espiritual..Mental Y Que Sigas Escribiendo Temas Tan Interesantes Como Lo a venido haciendo Por Todo Este Tiempo….Bendiciones De Lo Altisimo Para Usted Y Su Familia..
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Good mood and good luck to everyone!!!!!